Un día como hoy, hace muchos años, cuando aún era una niña,
reunida la familia por las fiestas de Navidad, no recuerdo quien exactamente
fue el encargado de decirme que había sucedido un terrible accidente. Recuerdo
la horrible sensación y la incredulidad. Era imposible, los niños no se
mueren!. Los niños se caen y se curan con dos besos de mamá. Los niños se
enferman y con jarabe y besos se recuperan en pocos días. Estaban todos equivocados!
No sabían lo que decían! Quería verlo, quería abrazarlo y besarlo. Cuando su
mamá, en la sala de esperas de la clínica, me sentó en sus rodillas y me
preguntó si le había visto, si yo estaba jugando con él y todo esto era una
gran mentira. Pensé que ella al igual que yo, sabía que esto no podía estar
sucediendo. Le dije al oído: vamos a buscarlo y si se ha hecho daño, le das
unos besitos y todo se arregla. Esa primera noche soñé con él. Me despertó y
nos sentamos juntos sobre mi cama. Me dijo que todo era mentira y que él estaba
siempre a mi lado, que nunca me dejaría y que me quería. Desperté con la
seguridad de sus palabras. Por la tarde en el cementerio, vestida con aquel
lindo vestido que mamá me había comprado para las fiestas y el cual nunca mas
quise volver a ponerme, cuando vi la
pequeña urna blanca bajando en ese horrible hueco cavado en la tierra, empecé a
correr y las lagrimas no me permitían
ver hacía donde iba, hasta que unos fuertes brazos me detuvieron, me
alzaron y me abrazaron con fuerza.
Han pasado los años, y aún el 27 de diciembre enciendo una
vela y asomada a la ventana, lanzo pompas de jabón hacia el cielo igual que hacíamos
juntos mientras dedicábamos cada pompa a nuestros seres queridos. Estas van
por ti...
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