Al cumplir 12 años, edad que mi
mamá consideró el inicio de mi
adolescencia, tuvo la idea de que,
al igual que todas mis amigas, debía empezar a escribir un diario. Muchas veces tomé la resolución de escribir
disciplinadamente en él todos los días. Y empezaba, según una fórmula que
aprendí no sé en dónde: "Querido diario”: Luego llenaba páginas y páginas
con una sarta de nimiedades, porque creía que mi obligación era detallarle a mi
querido diario -al cual dicho sea de paso, no le tenía el más mínimo cariño- lo
que había hecho en el día, cosas como: "Hoy me levanté a las seis, me lavé
los dientes, me puse el uniforme; ah no, primero me bañé..."
Lo más aburrido del diario era que nadie lo iba a leer jamás. Ni yo misma.
Ni mi madre aunque se lo encontrara accidentalmente dejado a propósito sobre mi
cama. Era parte de escribir un diario el guardarlo bajo el colchón o incluso
bajo llave, como si contuviera los más atroces secretos de la adolescencia. Se
imagina uno que los diarios de las adolescentes están llenos de narraciones
eróticas en primera persona o de terribles confesiones sobre los cálculos
egoístas detrás de una aparente amistad, o que se desentraña en ellos la madeja
existencial de esa etapa de la vida humana. Pero no. Los diarios de las
adolescentes están llenos de cosas triviales y tan repetitivas que terminan
siendo increíblemente parecidos al guión de El Día de la Marmota.
Pero hace unos pocos años, necesité un lugar para
hacer públicas las estupideces que se me iban ocurriendo en el tiempo de ocio,
que para mí es todo el tiempo en que vivo a conciencia. Los que no somos
escritores de profesión escribimos por una sola razón: La vida, que es
maravillosa, sucede frente a nosotros sin que nadie más lo atestigüe. Tenemos
tiempo de sobra para revivir recuerdos. Muchas veces al día me dan ganas de
decirle a alguien "¿Viste? Ahí va un pedazo de mundo. Y cuando estoy con
mis amores estoy más ocupada en vivir que en ver la vida pasar. Por eso
escribo. Por si algún día te detienes por aquí.
P.D. Me disculpo de
antemano si con algún comentario ofendo alguna sensibilidad. No sería esa mi
intención. Y es posible que haga uso de un lenguaje moderadamente soez. Y
hablando del lenguaje, no me responsabilizo por el mal uso de signos de
puntuación, falta o exceso de tildes, uso indebido de figuras retóricas o
aliteraciones, ruptura de hiatos o lesiones de diptongos. ¡Que soy de
ciencias!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu Huella: