Hablar del Circo del Sol no es
hablar de los payasos de la tele con sus canciones, ni del circo de toda la
vida, ese de payasos, domadores y acróbatas que van de pueblo en pueblo
exhibiendo sus habilidades y llevando animales exóticos, esos circos en los que
uno, cuando crece, descubre un aura de
tristeza que la parafernalia exterior no deja pasar al mundo infantil. El Circo
del Sol pertenece a un nuevo circo, sin
animales, basado en las habilidades humanas, que más parecen sobrehumanas, de su trouppe de acróbatas, contorsionistas, bailarines, que dominan a la
perfección la conjunción de los cuatro elementos
Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a
sus animales.
Mahatma Gandhi
Aunque los espectáculos de circo no sean aparentemente espectáculos
violentos, en realidad para los animales son una condena a cadena perpetua y
trabajos forzados. Los circos no pueden ni de lejos atender las necesidades naturales de
los animales: giras interminables, viajes larguísimos, encadenamiento de una
pata trasera y delantera que solo les permite tumbarse, levantarse o
arrastrarse adelante o atrás en sus minúsculas jaulas. Traslados aprisionados
dentro de camiones-jaula, donde solo pisan tierra durante el cruel
entrenamiento o los escasos minutos de su número, soportar el frío del invierno
o el fuerte calor del verano, sin luz, sin apenas ventilación y rodeados de
excrementos, manteniéndolos sedientos para que durante los viajes orinen menos
y no se ensucie tanto la jaula, la bodega del barco o el habitáculo del camión.
Recordemos que lamentablemente al terminar las risas y los aplausos, al
finalizar la función no todos pueden regresar a casa, algunos están obligados a
volver tras las rejas.
Por eso circos como el Circo del Sol ofrecen un espectáculo que dignifica a la especie humana en su relación con el resto de los seres vivos.
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