Ser padre no es nada
fácil y para colmo los pequeños trastes que se empeñan en jugar a los
peluqueros y hacerse unos cortes de pelo que ni el mismísimo Lluís Llongueras, tirar los juguetes por la ventana o
simplemente introducir cualquier objeto dentro del video.
Algunas
veces sus travesuras han sido causa de risas por su ingenio u originalidad, otras veces me he enfurruñado con mis pequeños diablillos,
pero en el fondo me he dado cuenta que es una evolución natural. Nos imitan la
conducta, como cuando ven que mamá se pone la crema de la cara y cuando tiene
la oportunidad ellos hacen lo mismo gastando más de medio bote de una crema que
es bien cara, ¡¡qué gracia!! O como cuando quieren limpiar los zapatos y
utilizan un color distinto al que debería ser y te encuentras los zapatos
hechos un desastre, es cuando te provoca agarrarlos y ufff!.
Amo
a mis hijos con toda el alma y jamás sería capaz de hacer nada que les
pudiese lastimar. Pienso que el adulto es el que está obligado a controlarse, y
en el momento que ese control se pierde es cuando puedes considerarte un mal padre. Yo creo que el
problema reside en que los niños no se portan como los padres creen que
deberían o desean que hagan... los niños son niños, deben experimentar,
toquetear todo y tienen su propia edad rebelde... y ya está... son niños y se
les debe corregir en algunas actitudes. Por otro lado, podemos creer que un niño dejado a su libre albedrío se
convertirá en un adulto consentido e inmaduro. Pero, por favor, es importante
que comprendas lo siguiente: no te estoy sugiriendo que le permitas destrozar
los muebles, garabatear las paredes y rajar el parqué. Un hijo pequeño
necesita de la seguridad que le proporcionan unas reglas. Ciertos límites
dentro de su entorno le ayudarán a aprender a convivir con otros, y a respetar
sus posesiones, pero siempre rodeado de amor. Porque podemos tomar la
decisión de pegarle, o podemos enseñarle. Lo primero le dejará una marca en la
cara. Lo segundo, una huella en el alma. Los hijos crecen demasiado
rápido, debemos saber disfrutar todo el camino. Y es útil pensar
que antes de poder poner límites a un niño, es necesario que el adulto
pueda ponerse límites a sí mismo.
Os aseguro que lo del
amor funciona. Estoy muy orgullosa de mi peque y mi adolescente. No son
los mejores estudiantes, a veces se olvidan de hacer sus camas o los turnos
para las tareas de casa, pero aún así, son maravillosos. Son unos chicos sanos,
felices y saben que son amados. Y cuando veo sus pequeños detalles como lo amables y bondadosos que son con los demás, incapaces de tomar nada que no les pertenezca, cuidadosos con la naturaleza, amantes y protectores de los animales, me doy cuenta que no lo he hecho tan mal, a pesar de todos mis miedos y dudas.
Recuerdo una vez,
de pequeños, uno de esos días que, tras una cantidad de
travesuras, capaz de sacar de quicio a cualquiera, corrí hacia mi
habitación con la intención de buscar algo para sus redonditas nalgas y que fue lo primero que
vi... la cajita de hilo dental y con todo mi enfado cogí un buen tramo y
me dirigí hacia ellos con aire amenazante armada con mi látigo de hilo dental.
Teníais que haber visto sus caras. Me miraron con la boca abierta y en cuanto
les di unos azotes con el hilo dental, empezamos a reír, hasta que nuestro
enfado se evaporo como espantado por tantas risas. Aún hoy cuando me enfado,
alguno de los dos se ofrece a buscarme mi látigo de hilo dental. Mi
filosofía de vida: 'paz, amor, mucho amor y risas, muchas risas'
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