¿Es que acaso no merece un homenaje, por ínfimo que sea, esa personita
tan entrañable que te espera en la tienducha de la esquina (convertida ahora,
como por arte de magia, en un gigantesco bazar), con esa carita sonriente, tan
tierna, y con ese portátil siempre con películas en su idioma natal? No merece
una consideración ese chino que te devolvió la golosina que tú tanto tiempo
llevabas buscando a lo largo y ancho del mundo? ¿Acaso no flipas cuando llegas
al mostrador y contemplas la mayor variedad de pendientes y demás bisutería
(todo falso, eso sí, quien quiera peces que se moje el bolsillo), el mayor
surtido de artefactos (en su mayoría inservibles) que jamás hayas visto en tu
vida en tan poco espacio físico? Demonios, (léase con tono de Peter Griffin) ¿cómo... cómo... cómo... co... co...
como...co...como lo hacenn????
Todo el mundo alardea de ser el mejor, de tener un producto de máxima
calidad a un precio increíble. Yo digo, qué coño?! Los chinos tienen el mejor
precio. La calidad es cuasi nula o pseudo despreciable, pero qué más da!
Para comprender el control de
calidad chino comparado con el europeo, podemos pensar en una lámpara de larga
duración. Si una bombilla antigua, de toda la vida, con sus filamentos que se
parten y se puede diagnosticar está “fundía”, viene a durar unos dos años, y
costar unos dos euros, la de larga duración cuesta el doble y dura cuatro veces
más, 8 años. ¿A alguno de los presentes le ha durado una bombilla de larga,
corta o media duración, ese tiempo?. No se sabe. Nadie ha vigilado tanto una
bombilla.
Bueno, aquí entra en juego el
concepto chino de larga duración. En realidad “larga duración” y “Bazar de los
chinos” son términos que no deberían estar en la misma frase. Tú de que te
crees que viven los chinos por muy barato que sea el “aloz tles delicias”. ¿De
los tres euros que en teoría te vas a gastar tú cada ocho años?. A que no. En
sus tiendas, todo lo que dura más de 72 horas es larga duración.
Además, tú vas a un “chino”
buscando precio. No calidad.
Cuando entras, te das cuenta que
están perfectamente organizados. Hay un chino que cobra, tres chinos
reponedores, y uno que te sigue durante toda tu compra como un imán. Este es el
chino en prácticas. Está practicando el idioma. Es capaz de entender a la
perfección el español pero no articula una sola palabra. Tiene la capacidad de
leer la mente y adivinar el color del cubo de plástico que buscas. Impresiona.
Y el abanico de posibilidades de
compra no tiene parangón. Puedes encontrar, desde un Bolígrafo con cámara
oculta, vídeo, y que además escribe hasta un rodillo para pintar el techo que
se recarga de pintura. Que pasa, pues que entras a compra un paquete de pilas y
con lo chulo y lo barato que es todo, sales con un equipamiento de Agente
Secreto chino que va a pintar el techo de su piso franco. Las pilas se te han
olvidado, pero vale la pena.
Ahora ya se están adaptando a
nuestra cultura y sólo están abiertos durante 23 horas al día. Les está
costando, pero se adaptan.
Yo puedo comprender
que la gente tenga miedo a lo venido de fuera, y más cuando, como en el caso
que nos atañe, la propagación está siendo tan veloz
como la epidemia de gripe española allá por 1918 (y la comparación no es por
nada, no seáis ladinos). Yo comprendo que pueda haber una cierta sensación de
rapto sutil, pero, qué coño? ¿Acaso no vamos todos a comprar a un chino? ¿Y no
es menos cierto que lo hacemos como con chanza, con
jocosidad?
Pido un aplauso a los chinos.v
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