En los breves momentos que
sacamos durante las ocho horas de trabajo para conversar, filosofar, contar
chistes y hasta cantar con mis compañeros, se ha tocado el tema de la
existencia del amor. Soy defensora acérrima del amor, el romanticismo y la felicidad.
Tal vez el problema es de la
altura del listón que colocamos cada uno y lo que esperamos de una relación.
Para mi basta con compartir el desayuno y la cena de lunes a domingo, rozar los pies a mitad de la noche, despertar
envuelta en su abrazo, escuchar un "te amo" en el momento
más ordinario de nuestra rutina cotidiana...
Cuando veo una pareja de personas
mayores que se dan la mano o intercambian una mirada cómplice creo que el mundo
se reconforta. Tras muchos años de vida nos queda claro que lo más importante
de este mundo es el amor. Y malo cuando se deja de creer en ello. Los
resultados suelen ser catastróficos.
El secreto es caminar en la misma dirección, pero no es necesario que
opinen igual en todo ni que quieran las mismas cosas, sólo que sean conscientes
de los deseos de la otra parte. Una mirada amable, significa que se pueden
solucionar los problemas juntos
Lamentablemente, lo desechable prima en nuestra cultura y sociedad. Hoy
lo que no sirve (aunque sea temporalmente), no se arregla, ni se busca una
reparación... tan sólo se cambia por uno nuevo. Pero en definitiva, la
tendencia es al menor esfuerzo, a no dar la batalla, sino a evitarla y huir...
Quién no ama para siempre a sus hijos, a sus padres y hermanos, a los
amigos que cuidaron de nosotros cuando más lo necesitamos. Incluso seguimos
amando a las personas después de que fallezcan, siguen en nuestros corazones y
no terminamos de amarles nunca. Viajan con nosotros haya donde vayamos y siguen
siendo eternos.
No tomaría a la ligera el amor.
No lo haría porque el amor es ante todo misterio y magia. No debería tener
respuesta y, sin embargo, la tengo: Si existe la eternidad, existe el amor
eterno.
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