No formo parte de ese grupo de españoles
que afirma no ver nunca la televisión. Confieso que la mayor parte de los días
paso algún rato delante de la pantalla.
A veces, simplemente por relajarme después de unas horas de trabajo intenso, o
por informarme. Pero viendo los programas que suscitan grandes audiencias,
acabo, casi siempre, atónita y
desalentada. Personas enganchadas a gentes que sólo hablan estupideces, que
chillan, que insultan, que se benefician de las desgracias ajenas, que apenas saben construir una frase un poco
compleja y parecen competir a ver quién
tiene menos educación e inteligencia. Los
cotilleos de los famosos, las peleas que se producen entre ellos y demás. Y yo
voy y me pregunto… para que coño quiero yo saber todo eso? Para que quiero
saber los cotilleos de los famosos, de con quien están ahora, o si les ha
pasado algo, o si menganito se ha peleado con menganita, jaja
. Esa bazofia es, por desgracia,
la que mantiene a millones de personas sentadas horas cada día en el sofá
dejándoles las neuronas llenas de mierda. Mi lavadora tiene mejores programas
que la Tv. Es la gente la que ve y
selecciona el contenido que desea ver, y por lo tanto, mientras la gente siga
queriendo ver basura, la televisión seguirá mostrándola, zombies lobotomizados ven embotado su espíritu
crítico con el estiércol que les disparan desde la caja tonta. Como se suele
decir, hay gente pa' tó. Y, sí, una parte importante de la población gusta de
entretenimiento fácil y visceral. Fácil porque pensar cuesta y visceral porque
somos (la especie humana en conjunto, que nadie se dé por aludido) bastante más
viscerales de lo que nos gusta creer. Los romanos ya lo sabían, con sus
gladiadores y, evolutivamente hablando, 2000 añitos es un suspiro (de España). De
todas formas y por completar los dichos populares, “si quieres caldo, toma 3
piscinas olímpicas”
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