martes, 28 de julio de 2009

A PESCAR!

Este fin de semana me invitaron a pescar. La verdad es que, en un principio pensé que los acompañaría, limitándome únicamente a tumbarme bajo el sol como una teja, leyendo La conjura de los Necios, mi libro de turno, una disparatada, ácida y divertida novela. Pero no es de la Conjura de los necios que quería comentar, sino de la satisfacción de la pesca, y más aún de la satisfacción de estar rodeada de 3 hombres con larga experiencia en el arte de pescar, con horas y horas con las manos en sus cañas y todos sus ordenados aparejos de pesca. Pero, señores, modestia aparte, he llegado, tal vez por la consabida suerte del principiante o porque tal vez tengo un don innato para la pesca porque de 18 peces, doce los pesque YO.
Me dedique a pescar mientras mis acompañantes, ya vencidos y humillado
s, se encargaban de colocar el cebo y sacar el pez del anzuelo, matarlo tirando de su cabeza hacia atrás, según me explican, para acabar con su sufrimiento.
El único momento en que me sentí un poco insegura, fue cuando me dejaron sola por unos minutos y pico un pez. Me costo muchísimo sacarle el anzuelo de su boca. Esos seres viscosos que no se están quietos... lo que no pude hacer fue acabar con su sufrimiento. Le miré a la cara y le dije: Perdóname, pero vas a tener que morir lentamente.
Lo de poner el cebo fue superior a mis fuerzas, una experiencia que nunca podré olvidar (seguro que los pescadores cercanos tampoco) Mientras cogía ese baboso y asqueroso bicho para ensartarlo en el anzuelo, no paraba de dar saltos gritando a todo pulmón: ¡Que Asco! ¡Que Asco!
Pero después de tantos sacrificios el día fue compensado con una fructífera pesc
a.



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