martes, 2 de febrero de 2010

Edificio Cerdeña. 3ª Parte


Leyendo a mi amiga, la maravillosa escritora Mar Solana, me he puesto a meditar en dónde y cuándo se inició el gusto por la lectura. Tal vez sea algo que ya nace contigo y que solo necesita un empujoncito como el de un padre amante de la lectura que sumerge a su hijo en las aventuras atrapadas en las páginas de un libro. En casa lo más cercano a la lectura fue mi mamá leyendo la revista Hola o mi papá leyendo el Marca, aunque debo admitir que siempre me compraban cómics junto con esas “interesantes publicaciones”. Pero, aún recuerdo mi primer libro: Piel de Asno. Vale, era de cuentos pero tenía muchísimas páginas y muy pocas ilustraciones. Fue obsequiado por la abuelita de mi mejor amiga que vivía en el 5º piso. Una mujer preciosa a pesar de su avanzada edad, inteligente, llena de conocimientos y anécdotas de su vida que en ocasiones compartía con nosotras. Su esposo era un artista que ya, en sus últimos años, padecía una enfermedad que le limitaba los movimientos, obligándole a desplazarse en una silla de ruedas. Prometió pintarme en un cuadro, pero, murió antes de cumplir esa promesa. Pero lo mas genial, divertido y fantastico eran los nietos, en especial Elena. Mi compañera de aventuras, travesuras, juegos. Mi mejor amiga. Nacimos con una diferencia de cuatro días. Nos encantaba imaginar a nuestras madres embarazadas y dando a luz casi al mismo tiempo. Nos unían tantas cosas como las que nos separaban. Supongo que las grandes amistades son así. Era muy guapa y simpática pero nunca entendió que me gustase mas leer un libro que jugar con ella a las muñecas. Una Navidad, su abuela, regalo a todos los niños del edificio, incluida Elena, muñecas, cochecitos, o sea, lo típico para cada edad. Tenía 6 años y mi regalo, como ella me lo hizo saber en un susurro a mi oído, era el mas especial de todos. Y en efecto, así fue. Era un libro, ‘Piel de Asno’, mi primer libro de tapa dura, magníficamente encuadernado y, para asombro de todos, tenía muchísimas páginas y muy pocas ilustraciones. Siempre me acuerdo lo brillante que se veía encima de mi mesilla de noche cuando reflejaba la luz de mi lamparita. Lo leí tan rápido y tantas veces que era capaz de recitar cada palabra. Y creo que fue en ese preciso momento en que me aficione a la lectura.

1 comentario:

  1. ¡Qué bonitos recuerdos, Martiña...y qué bien me has transmitido esa emoción, la misma que yo sentía, al ver mi libro preferido brillando como un preciado camafeo en mi mesita de noche color naranja ;=))!

    Mi primer libro fue "El principito", por eso ahora digo que es "mi libro de cuna" ;=))...Y aunque no entendía casi nada de lo que allí se podía leer, sin embargo, en mi caso las ilustraciones me hacían imaginar todo lo que allí se contaba, le inventaba palabras al pricipito y jugaba a dibujar a la boa que se había tragado un sombrero ;=) una y otra vez...

    Muchas gracias, mi niña, por ese reconocimiento que me haces al principio de esta entrañable entrada...¿maravillosa? Lo más bonito es que lo soy para tí, yo, de momento, me considero tan solo una escritora que retoma un camino que había dejado abandonado hace mucho tiempo...

    Muchos besitos, wapa.

    PSD: ¿Le has puesto nombre ya a tu "nene peludo" come mandos, jajajajaja? ¿sabes? ¡Tiene cara de llamarse "Trosky", y no me preguntes por qué, me ha salido así mirando su foto, jajajaja

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