lunes, 8 de febrero de 2010

Edificio Cerdeña. 5


Un día María no despertó. Cuando mi madre me aviso subí corriendo las escaleras para estar con Gerónimo. Le encontré triste, abatido. Ya no parecía tal alto. Mientras escribo no puedo evitar la tristeza. Estaba sentado en nuestro sofá ojeando un álbum de fotos muy viejo en el que aparecían los dos hermosos, felices y muy jóvenes. Me senté junto a el y me contó cómo se conocieron y se enamoraron. Sus aventuras en los tiempos difíciles que les tocó vivir y cómo esa mañana se acerco a María para despertarla con besos, como hacía siempre, y se dio cuenta de que ella no volvería a despertar a su lado. Permanecí junto a él hasta que su familia se lo llevó. Unos días después pasó por mi casa para despedirse. Me dijo que lo llevaban de regreso a España, a su añorado Euskadi pero, antes de irse, para que nunca le olvidase, tenía un regalo para mí. Me entrego una caja con seis libros de literatura clásica que aún conservo.
Y espero haber cumplido, pues no los he olvidado.

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