miércoles, 4 de noviembre de 2009

Edificio Cerdeña 1ª parte

En el edificio Cerdeña en Caracas pase parte de mi infancia. En ese lugar convertimos escaleras y descansillos en hermosos castillos en los que vivimos miles de aventuras. A los 6 años me convertí en princesa de uno de esos castillos, bueno la corona se me calló de sopetón el día que llegó papá y nos encontró desnudas, dispuestas a ponernos las galas para una fiesta que se celebraría en el descansillo del 4º piso. No me quedaron ganas de despelotarme mas, desde ese día salíamos con las galas ya puestas desde casa.

Mi edificio, como la mayoría de los que hay en Caracas, semejaban pequeñas organizaciones de países unidos. El Cerdeña o también conocido como la ONU por las diferentes nacionalidades que allí vivíamos. En un principio solo compartíamos las reuniones de vecinos, pero en poco tiempo todas las celebraciones, Navidades, hanuka, Janmastami, bautizos, etc. Las celebrábamos juntos. Esto no parecerá nada extraño, pero tomando en cuenta que cada uno de las viviendas se encontraban ocupadas por una familia de nacionalidad diferente... Los vecinos, al igual que a los parientes, no los podemos elegir. Sólo nos queda suspirar y aguantarlos estoicamente a algunos y a otros disfrutarlos a mas no poder.

1º Piso: Delegación portuguesa: Compuesta por Doña Teresa y familia. ¡Que dulces deliciosos comí allí! El único defecto era el irrefrenable deseo de Teresa de saberlo todo y con todo, me refiero a todo. Conocía mejor que yo mis horarios de entrada y salida, los nombres de mis amigos, la ropa que use el martes 30 de enero a las 18 hs, marcas de productos preferidos, conversaciones telefónicas y todas mis citas. Recurría para ello a todo tipo de artilugios, espionaje con binoculares, amplificadores de sonido caseros, como el vaso o latita en la medianera, un periscopio en el inodoro o la inspección minuciosa de la basura. De vez en cuando la descubríamos in fraganti, cuando en su afán de hacer inteligencia, caía desparramada en el patio trasero aferrándose a una rama de tu Ficus benjamina, o aparecía su peluca en tu tendedero o simplemente detectabas, entre las rendija de la persiana, sus ojitos pequeños y vigilantes. El esposo, Don Facundo, amigo de mi padre y gran compañero de vinitos en el bar de la esquina. Pero lo mejor eran Nelson y Rosa, buenos compañeros de aventuras en nuestro castillo.

2 comentarios:

  1. Es bonito recodar una infancia tan feliz y relatralo tan bien, dicen que un niño-a feliz sera un adulto feliz.
    Gracias por tus comentarios "mensajeras" mucho, no es pa tanto pero te lo agradezco un montón.
    Besinos.

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  2. Ya espero la segunda parte... Por ahora me va encantando el edificio Cerdeña. Besos!

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