Hoy me ha dicho Sara que, desde que empezó a salir con mi primo, ha
subido 4 kilos. Es algo que todo el mundo dice: la felicidad engorda.
Pero...¿es realmente la felicidad lo que engorda? Dice mi madre que el cuerpo
es como una cuenta corriente:
lo que uno ingresa, engorda la cuenta. Y lo que
uno gasta, la adelgaza. No sé por que todos dicen que cuando estás deprimida te comes un litro de helado y 4 paquetes de patatillas. Cuando estoy de mal humor, no tengo ganas de comer nada, pero cuando estoy contenta... I'll be damned.
Las ocasiones felices siempre llevan a celebrar con comidas, cervecitas, pizzas, y ahora, mi flamante y temible y hobby: Los cupcakes. Ah, y encima como estoy más vieja, descubrí que me gustan cosas como el vino cosecha tardía. Vino, lo único que me faltaba.
Y es que, cuando una empieza una vida en pareja, lo que
hace es quedar para una cenita romántica, después de la cual preparas un
desayuno calmoso, o quedas para tomar cervecitas y aperitivo al sol... O, si te
quedas en casa, como está el otro, no comes cualquier cosa (un sandwich, una
ensaladita...) sino que te esfuerzas y te luces con un solomillo relleno de
foie con salsa de uvas, que está de rechupete, pero que es a la cuenta como la
doble paga de navidad.
Sí, es verdad que haces más ejercicio dentro de la cama, pero menos
fuera de ella.
Total, que la cuenta corriente no para de subir como la espuma.
¿Sabéis qué? Más
vale gordita y feliz que flaca y desgraciada. No te preocupes Sara, que yo te
veo estupenda.
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