lunes, 28 de enero de 2013

El botellón

Hasta hace unos  días tenía una visión del botellón, la que procede de las fotos que publica la prensa y de los restos que los sábados veo recoger al servicio de limpieza. Pero el viernes pasado, una tarde de frío, viento y lluvia, pude observarlo desde otra óptica. Mi almohada con orejas y yo fuimos al hipermercado. Frente a los estantes de bebidas había un grupo de chicas y chicos llenando un carrito con botellas. 
Más tarde, en el aparcamiento cubierto, cuando fuimos a guardar la compra, estaban allí reunidos rodeando su carrito, pero me extrañó su actitud, de pie y de espaldas, colocados en corro hombro con hombro, con sus ropas de abrigo y en total silencio. Ni siquiera volvió alguno la cabeza cuando tuve que acercarme hasta casi tocarlos.
Poco después entendí el porque de su actitud: estaban bebiendo  tenían miedo de que los  echaran a la calle. Y así fue, ya que cuando salíamos con el coche  los vigilantes iban hacia ellos.
En una sociedad hipócrita como la nuestra se demoniza una solución práctica y económica de los jóvenes; sin embargo, no se haría si consumieran las bebidas en una discoteca.
Los jóvenes ya no saben a dónde ir, la crisis puede con ellos. Forman parte de esa generación en la que todos habían puesto su esperanza, esa generación a la que llamaban “el futuro”. Pues ya están aquí, y ¿qué es lo que tienen? Un país en crisis, que no les puede ofrecer una vida laboral tras terminar de estudiar. Vamos, resumiendo, esperanza cero, botellón diez. Sí sólo tenemos que verles las caras a “nuestro futuro” para entenderlo todo. En fin, un país en crisis, una juventud que no sabe qué hacer… Y por no hablar el número de parados…
Mientras la crisis de valores acecha a toda una generación, nuestros políticos siguen enfrascados en denunciar la mamandurria de los demás y preocupándose únicamente de no perder la cuota de poder que han acaparado.

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