martes, 15 de enero de 2013

Pequeños traviesos de mi corazón


Ser padre no es nada fácil y para colmo los pequeños trastes que se empeñan en  jugar a los peluqueros  y hacerse unos cortes de pelo que ni el mismísimo Lluís Llongueras, tirar los juguetes por la ventana o simplemente introducir cualquier objeto dentro del video
Algunas veces sus travesuras han sido causa de risas por su ingenio u originalidad, otras veces me he enfurruñado con mis pequeños diablillos, pero en el fondo me he dado cuenta que es una evolución natural. Nos imitan la conducta, como cuando ven que mamá se pone la crema de la cara y cuando tiene la oportunidad ellos hacen lo mismo gastando más de medio bote de una crema que es bien cara, ¡¡qué gracia!! O como cuando quieren limpiar los zapatos y utilizan un color distinto al que debería ser y te encuentras los zapatos hechos un desastre, es cuando te provoca agarrarlos y ufff!.
Amo a mis hijos con toda  el alma y jamás sería capaz de hacer nada que les pudiese lastimar. Pienso que el adulto es el que está obligado a controlarse, y en  el momento que ese control se pierde es cuando  puedes considerarte un mal padre. Yo creo que el problema reside en que los niños no se portan como los padres creen que deberían o desean que hagan... los niños son niños, deben experimentar, toquetear todo y tienen su propia edad rebelde... y ya está... son niños y se les debe corregir en algunas actitudes. Por otro lado, podemos creer que un niño dejado a su libre albedrío se convertirá en un adulto consentido e inmaduro. Pero, por favor, es importante que comprendas lo siguiente: no te estoy sugiriendo que le permitas destrozar los muebles, garabatear las paredes y rajar el parquéUn hijo pequeño necesita de la seguridad que le proporcionan unas reglas. Ciertos límites dentro de su entorno le ayudarán a aprender a convivir con otros, y a respetar sus posesiones,  pero siempre rodeado de amor. Porque podemos tomar la decisión de pegarle, o podemos enseñarle. Lo primero le dejará una marca en la cara. Lo segundo, una huella en el alma. Los hijos crecen demasiado rápido, debemos  saber disfrutar todo el camino. Y  es útil pensar que antes de poder poner límites a un niño, es necesario que el adulto pueda ponerse límites a sí mismo.
Os aseguro que lo del  amor funciona. Estoy muy orgullosa de mi peque y mi adolescente. No son los mejores estudiantes, a veces se olvidan de hacer sus camas o los turnos para las tareas de casa,  pero aún así, son maravillosos. Son unos chicos sanos, felices y saben que son amados. Y cuando veo  sus pequeños detalles como lo amables y bondadosos que son con los demás, incapaces de tomar  nada que no les pertenezca, cuidadosos con la naturaleza,  amantes y protectores de los animales, me doy cuenta que no lo he hecho tan mal, a pesar de todos mis miedos y dudas.
Recuerdo una vez,  de pequeños, uno de  esos días  que, tras una cantidad de travesuras, capaz  de sacar de quicio a cualquiera,  corrí hacia mi habitación con la intención de buscar algo para  sus redonditas  nalgas y que fue lo primero que vi... la cajita de hilo dental y con todo mi enfado cogí un buen tramo  y me dirigí hacia ellos con aire amenazante armada con mi látigo de hilo dental. Teníais que haber visto sus caras. Me miraron con la boca abierta y en cuanto les di unos azotes con el hilo dental, empezamos a reír, hasta que nuestro enfado se evaporo como espantado por tantas risas. Aún hoy cuando me enfado, alguno  de los dos se ofrece a buscarme  mi látigo de hilo dental. Mi filosofía de vida: 'paz, amor, mucho amor y risas, muchas risas' 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu Huella:

LAS VISITAS