«Nací cuando mis padres ya no se querían», recuerda Adriana, mucho después de que todo haya sucedido. Por ello, la niña se crea un paraíso propio, poblado por amigos imaginarios y una familia de su elección.
«Nací cuando mis padres ya no se querían», recuerda Adriana, mucho después de que todo haya sucedido. Por ello, la niña se crea un paraíso propio, poblado por amigos imaginarios y una familia de su elección.
Sí. Hay una infinitud (si es que la palabra existe, que lo dudo) de cosas que solo eres capaz de apreciar cuando estás a dieta. Un ejemplo conciso de lo que estoy diciendo es la publicidad. Da igual de qué sea el anuncio, siempre aparece comida. Entiendo que en el anuncio de Rana, el genio de la pasta, aparezca un plato de macarrones. Tolero que en un anuncio de cerveza salgan cacahuetes. Incluso me parece correcto que en un anuncio de electrodomésticos salga un hombre comiendo espagueti por la calle (en segundo plano, no te das cuenta a no ser que estés a régimen). Pero ¿en un anuncio de coches? Pues sale gente comiendo. Y en uno de colonia. Ya sin hablar de detergentes, revistas, maquillajes y demás productos. Incluso en uno de televisores salen golosinas (o al menos a mi me lo parecen, esas bolitas de colores que van saltando por la calle no pueden ser otra cosa sino chicles).Hace una semana, cuando salía a la calle todo tenía aspecto fálico. Los edificios, los deportivos, los bolardos, las personas (algunas más que otras), los carteles, los árboles y los elementos decorativos. Ahora no. Ahora los edificios parecen tartas enormes o tallarines, los coches me recuerdan a los huevos kinder, las personas a cañas rellenas de crema...¿Y qué me decís de los olores? Sales a la calle y en vez de oler a contaminación hueles a huevos con bacon, a pescadito frito de chiringuito de playa, a pollo al curry y a tarta de chocolate. Menús y menús completos llenan tu nariz de camino al trabajo. Y prefiero no hablar de la gente. Últimamente se ha puesto de moda la variedad de colonias de Yves Rocher en su faceta frutas y derivados. Fresa, mora, coco, melocotón y vainilla que se transforman en polos de fresa, caramelos, postres y helados a medida que va aumentando el vacío de tu estómago...
¿Por qué a los españoles no nos va tan bien como a los norteamericanos?


Sólo nos queda leer y releer y disfrutar esta cómica y ácida novela y visitar la estatua de Ignatius a las puertas del D. H. Holmes, centro comercial donde comienza su historia, mientras esperaba a que su madre le comprara dulces.

En mi trabajo la situación se empieza a poner peliaguda. Me huele que nos quedan dos telediarios. Esta semana se ha eliminado un departamento completo, 134 personas, 80 de ellos con la promesa de ser absorbidos por otra empresa y el resto…
Hoy me ha tocado trabajar (otro fin de semana más) y al llegar a la oficina me encontré con una discusión sobre Belén Esteban y el Defensor del Menor. No me gustan los programas de cotilleos, por eso nunca me entero de nada, pero me parece indignante lo que me han contado.



Yo no quiero la igualdad. No señor!


Un español medio pierde alrededor de tres calcetines al año. Si los multiplicamos por toda la población española, eso supone un total de unos 120 millones de calcetines perdidos. ¿Dónde están esos 120 millones de calcetines? ¿Quizá en el mercado negro?
¿Cómo es posible que siempre haya algún par desparejado tras pasar por la lavadora? ¿Acaso la lavadora es un artefacto fagocitador de calcetines?
En mi casa desaparecen misteriosamente los calcetines, y se da la circunstancia de que nunca lo hacen los dos a la vez, sino de uno en uno, con el resultado de que los cajones de mis armarios están llenos de huérfanos desparejados, faltos de amparo y de pies a quien vestir
Quizá todo tenga su origen en la ofensa casual que se les hace a estas prendas pareadas cuando se tiran despreocupadamente al fondo de la cesta de la ropa sucia.Sin ningún mimo ni miramiento se sacan precipitadamente de los pies y se echan de modo inmisericorde al cesto. Ni una palabra de agradecimiento, ni una caricia de aliento, ni un reconocimiento de su magna labor; vengo por poner un ejemplo que diga al caso: “amigos queridos, qué bien os habéis portado… qué fieles sois, cómo soportáis el terrible olor…cuánto sudor habéis sufrido…sois indispensables…”Nada, ni un miserable vocablo concerniente a su ingrata labor y sus dilatadas tragaderas sensoriales.

